jueves, agosto 31, 2006

RAFAEL


EL MONSTRUO DE LA CANCION:
Un trasplante de hígado y todo el extenso proceso de pre, intra y posoperatorio, han convertido la publicación de este disco en una suerte de signo divino, porque no hay mucha distancia entre el afecto español hacia Raphael con las increíbles muestras de pasión que vemos por estos días en Argentina hacia Maradona. De ahí el título y la letra del single “Desmejorado”, que a cualquier otro cantante le sentaría como un golpe insoportable al ego: “Yo sigo igual, sigo tal cual / quizá desmejorado”, repite “er niño” de antaño, asumido como un hombre mayor para quien la fuerza no tiene ya nada que ver con la jovialidad ni con mostrarse invencible.

Esa canción es una suerte de marcha solemne, compuesta por el rockero español Enrique Bunbury (ex Héroes del Silencio), que va creciendo en intensidad sonora y fuerza dramática, y que pavimenta el camino grandioso por el cual continuará el resto del álbum. Es éste un disco importante, en el sentido imponente de la palabra, no sólo por la producción épica que parece habérsele impreso, sino por la selección irreprochable de autores que están a la altura de lo mejor del catálogo de Raphael. José Luis Perales aporta “Decir adiós” y “Estar contigo”. El argentino Alberto Cortez, en tanto, le regala dos canciones enormes. “Dijo de mí” es una balada -también caracterizada por ir sumando paulatinamente un apabullante marco sonoro- que lanza un grito de despecho que ninguna mujer quisiera nunca inspirar (“dijo de mí que era inconsecuente / parco y taciturno, cruel e indiferente / pero nunca dijo que invadió mi casa / profanando cosas que me son amadas”). “Presumo”, en tanto, podría interpretarse como el “My way” de Raphael, una canción nacida para la fama y con versos categóricos: “ni siquiera los golpes de la envidia callada / han logrado un instante que deje de luchar”. Como en otras ocasiones, el intérprete andaluz no teme mirar al pasado y ahora rescata “Vámonos” de José Alfredo Jiménez.

No es casual que Raphael firme, ahora, un disco que parece manifiesto. Los días de hospital, las oraciones de sus fans, la reflexión profunda que puede haberle motivado su reciente traspié de salud justifican, quizás, un disco así de extravertido. Lo sorprendente no es eso, sino que, a más de cuarenta años de su debut, Raphael siga preocupado por dotar a su trabajo de un rigor irreprochable, y a dejar salir su voz como si tuviera aún que conquistar a toda España. Por excesivo que parezca De vuelta en el contexto de balada quieta por el que hoy parecemos transitar, no deja de ser una buena noticia, incluso para quienes jamás supieron que el linarense casi no vive para contarlo.

Raphael, el delirio


La televisión pública española rindió homenaje la pasada Navidad a Rocío Jurado con unas horas en prime time en exposición absoluta. Nuestro héroe la acompañó en una canción. La cogió de la mano y los dos se acercaron al público para hacer una reverencia cual gimnastas de torso erecto... Entonces, Raphael le dijo a Rocío: '¡Cuánto nos gusta un escenario!'